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Durante el trayecto se unió a mi marcha un perro al que decidí llamar Tintín y que me obedecía más o menos como si nos conociésemos de toda la vida. Creo que fue en Las Palmas cuando se disponía a sacar un córner y el banquillo de los policías le estorbaba para sacar, aquellos grises que eran marrones no querían moverse, supongo que mucho menos siendo vasco, pero les obligó a levantarse para poder poner el balón en juego, quedó en nada, el córner, el partido pero no el recuerdo que sigue en mi memoria.